El embajador de Chile es el máximo representante legal de la República de Chile en una misión diplomática. Según el Estatuto del Personal del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, la carrera diplomática de los funcionarios pertenecientes a la planta del Servicio Exterior del Ministerio, se inicia en la 7.ª categoría, en calidad de 3.er secretario de 2.ª clase y culmina en la 1.ª categoría, en el grado de embajador.[1]
La Constitución Política de Chile, en su artículo 32.º, señala que entre las atribuciones especiales del presidente de la República está:[2]
8º.- Designar a los embajadores y ministros diplomáticos, y a los representantes ante organismos internacionales. Tanto estos funcionarios como los señalados en el N° 7° precedente, serán de la confianza exclusiva del Presidente de la República y se mantendrán en sus puestos mientras cuenten con ella.
El presidente de la República, a proposición del ministro de Relaciones Exteriores y por decreto supremo, determinará anualmente la cantidad de cargos de embajador en los cuales podrán ser encasillados los Ministros Consejeros de la planta del Servicio Exterior, sin sujeción a las normas de ascenso.
Los jefes de misión del Servicio Exterior de la República son de tres categorías, siendo los primeros los embajadores extraordinarios y plenipotenciarios acreditados ante los jefes de Estado o ante organismos internacionales.
El alma máter del embajador de carrera chileno es la Academia Diplomática Andrés Bello. Los diplomáticos de carrera chilenos son representados mayoritariamente por la Asociación de Diplomáticos de Carrera de Chile (ADICA).[3]
Comúnmente también son nombrados los denominados «embajadores políticos», quienes son designados en dicho cargo privilegiando su posición política,[4] ideológica o profesional, según estimare el Presidente de la República, pero que no hayan hecho carrera funcionaria en la planta del servicio exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores, o bien ya se habían retirado de ella. Las embajadas claves por lo general son entregadas a personas de confianza política del gobierno de turno, con experiencia o manejo en el tema internacional. Pero también en muchas ocasiones son una forma de “compensar” a distintas figuras políticas que quedaron fuera de la primera fila política, porque perdieron sus escaños parlamentarios o no entraron en “la foto” de los principales nombramientos del gabinete.[5]