El carbono azul es el carbono capturado por los ecosistemas oceánicos costeros del mundo, principalmente manglares, marismas salinas, pantanos, praderas marinas, turberas y potencialmente macroalgas.[1]
Históricamente el océano, la atmósfera, el suelo y los ecosistemas forestales han sido los sumideros más grandes de carbono natural (C). Nuevas investigaciones en el papel de los ecosistemas costeros vegetales ha subrayado su potencial como sumideros de carbono altamente eficientes, y ha llevado al reconocimiento científico del "carbono azul".[2] El "carbono azul" se refiere al carbono que se fija a través de los ecosistemas oceánicos costeros, a diferencia del carbono que se secuestra a través de los ecosistemas tradicionales terrestres, como los bosques. Aunque los hábitats vegetados de los océanos cubren menos del 0.5% del relieve oceánico, son responsables por más del 50%, y potencialmente hasta el 70%, de todo el secuestro de carbono en los sedimentos oceánicos. Los manglares, las marismas salinas, los pantanos, las turberas y las praderas marinas conforman la mayoría de los hábitats vegetados del océanos pero solamente equivalen al 0.05% de la biomasa vegetal en la tierra. A pesar de su pequeña huella, pueden capturar una suma anual de carbono comparable y son sumideros de carbono altamente eficientes. Las praderas marinas, los manglares y las marismas salinas pueden capturar el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera secuestrando el C en sus sedimentos subyacentes, en la biomasa subterránea y bajo tierra, y en la biomasa muerta.[3]
En la biomasa vegetal, como hojas, tallos, ramas o raíces, el carbono azul puede ser secuestrado por años o décadas, y por miles o millones de años en sedimentos vegetales subyacentes. Las estimaciones actuales de la capacidad de enterramiento de carbono azul C a largo plazo son variables, y el tema continúa siendo investigado.[3] Aunque los ecosistemas costeros con vegetación cubren menos área y tienen menos biomasa aérea que las plantas terrestres, tienen el potencial de afectar el secuestro de C a largo plazo, particularmente en sumideros de sedimentos.[2]
Una de las principales preocupaciones con el carbono azul es que la tasa de pérdida de estos importantes ecosistemas marinos es mucho mayor que la de cualquier otro ecosistema del planeta, incluso en comparación con los bosques lluviosos. Las estimaciones actuales sugieren una pérdida de 2-7% por año. Esto significa que los ecosistemas marinos están perdiendo su capacidad de capturar carbono y también perdiendo el hábitat. Este hábitat es importante para el manejo del clima, la protección costera y la salud.