Entre las posibles causas se suelen mencionar la ausencia de políticas de Estado de fomento al desarrollo regional, tales como la existencia de una banca regional o el incentivo a iniciativas privadas,[2] así como una relativamente débil identidad regional (con excepciones como las de Chiloé,[3] Aysén[4] y Magallanes),[5] falta de legitimidad de los gobiernos regionales, relativa precariedad de los recursos financieros, nula conectividad terrestre con las regiones del extremo sur del país, y la falta de investigaciones e inversión en ciencia y tecnología en regiones.[6]
Dentro del imaginario colectivo, los términos «capitalino» y «provinciano» se utilizan para distinguir, respectivamente, a los habitantes de Santiago (o coherentemente, a los de la Provincia de Santiago) y los de otras Provincias de Chile. Ambos términos suelen utilizarse por ambas partes de manera positiva o peyorativa, dependiendo del contexto.[7][8]