La crisis de la deuda soberana en Grecia, como su nombre indica, fue una crisis de deuda que afectó a este Estado de la Unión Europea. Esta coyuntura de cambios se inició a fines de 2009 como una de las primeras cinco crisis de deuda soberana en la eurozona ―conocida más adelante como la crisis del euro— y terminó oficialmente en junio de 2018.[1] Durante el transcurso de la crisis, la Unión Europea se enfrentó a un dilema ya que no existía una cláusula en los Tratados constitutivos que permitiera a sus Estados miembros rescatar financieramente a uno o varios de ellos. Por otro lado, una intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI) no contentaba a todos los miembros de la eurozona, porque recurrir al FMI hubiera podido dañar la credibilidad del euro; conllevaba admitir que la moneda única tenía problemas que debían gestionarse desde el extranjero. Entre tanto, surgieron rumores sobre otros Estados miembros y amenazó el riesgo de contagio, por lo que la situación griega alteró la confianza en los mercados financieros y llevó a los inversores a retirar su dinero de esos mercados, amenazando romper la estabilidad económica europea.
La crisis se inició cuando el Partido Socialista ganó las elecciones parlamentarias de Grecia de 2009 y Yorgos Papandréu llegó al poder. Más tarde, anunció que la situación económica del país era catastrófica y que el déficit presupuestario para aquel año sería muy superior a lo que había anunciado el gobierno precedente. También reveló que se había disimulado el verdadero tamaño de sus deudas ante la Comisión Europea desde hacía una década. A finales de ese año, los temores de impago de la deuda soberana se esparcieron entre los inversores que veían difícil la capacidad de que el Gobierno griego cumpliera con sus obligaciones de deuda. El 8 de diciembre de 2009, la Bolsa de Atenas se desploma un 6 % y la prima de riesgo sobre los bonos a diez años emitidos por Grecia aumenta su diferencial con el bono alemán de referencia. En enero de 2010, un informe de la Comisión acusa a Grecia de «irregularidades sistemáticas» en el envío de datos fiscales al Ejecutivo comunitario.[2] El gobierno de Papandréu presenta un programa de austeridad para reducir el déficit público, pero la Comisión le recomienda recortar los salarios. En marzo, el Gobierno griego aprueba nuevas medidas para ahorrar 4800 millones de euros, mediante recortes en el gasto público y aumento de impuestos. Entonces, los jefes de Estado y de Gobierno de la eurozona, reunidos en el Eurogrupo, acuerdan el mecanismo para proceder, si fuera necesario, al rescate de Grecia. En abril, sumándose a las noticias adversas sobre el déficit y deuda registrados durante 2008 y 2009, los datos de las cuentas nacionales revelaron que la economía griega también había sido sacudida por tres recesiones distintas entre 2007 y 2009.[3] Las agencias de calificación crediticia respondieron rebajando la deuda del Gobierno griego a la calificación de «bono basura» y el rendimiento del bono del Gobierno respondió con un aumento a áreas insostenibles, haciendo inaccesible al mercado de préstamos de capital privado como una fuente de financiamiento para Grecia.
Generalmente, cuando un país tiene problemas económicos internos, suele llevar a cabo una devaluación de la moneda, pero en el caso de Grecia esto no era posible, pues pertenecía a la eurozona. Volver al dracma permitiría a Atenas hacer devaluaciones competitivas para impulsar sus exportaciones pero el golpe a la credibilidad del área de la moneda única podría haber desintegrado el euro.[4] En consecuencia, el 2 de mayo de 2010, el Banco Central Europeo (BCE), la Comisión Europea y el FMI, más tarde apodados como la Troika, respondieron a la crisis con el lanzamiento de un préstamo de rescate. De esta forma, frente a la inminente quiebra de Grecia, se acordó dos medidas importantes; un plan de apoyo a Grecia consistiendo de préstamos bilaterales de los países de la eurozona por valor de 80 000 millones de euros y otros 30 000 millones de préstamos del FMI. Hasta finales de 2011 se había pagado 73 000 millones de euros bajo este concepto,[5] la puesta en marcha del Mecanismo Europeo de Estabilidad con una capacidad de 750 000 millones de euros (60 000 millones del Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera de la Comisión, 440 000 millones de garantías de los Estados miembros y 250 000 millones aportado por el FMI). Además, el “plan de rescate” estipulaba que en 2012 Grecia debía captar en los mercados la mitad de los recursos que necesitaba y el 100 % para 2013, pero la Comisión asumió que Grecia no estaría en condiciones de captar recursos en los mercados internacionales a inicios de 2012 y que por tanto habrá que llevar a cabo un segundo plan de austeridad.[6]
La Troika ofreció a Grecia un segundo préstamo de rescate por valor de 130.000 millones de euros en octubre de 2011, siendo su activación estrictamente condicional a la implementación de más medidas de austeridad y a un acuerdo de reestructuración de su deuda. Sorprendentemente, el primer ministro griego Yorgos Papandréu respondió a este anuncio, inicialmente, anunciando en noviembre de 2011 un referéndum sobre el nuevo plan de rescate,[7] pero tuvo que echarse atrás ante la intensa presión del resto de Estados de la UE, quienes le amenazaron con no entregar un pago pendiente de 6.000 millones de euros que Grecia necesitaba hacia mediados de diciembre.[7] El 10 de noviembre de 2011, Papandréu optó a cambio por dimitir tras un acuerdo con los partidos Nueva Democracia (Grecia) y Concentración Popular Ortodoxa mediante el cual se nombraba al tecnócrata Lukás Papadimos como nuevo primer ministro de un Gobierno de unidad nacional interino, responsable de implementar las medidas de austeridad necesarias para abrir paso al segundo rescate.[8]
Tras una breve crisis interna, que llevó al Corralito en Grecia de 2015, el 11 de agosto de 2015 en Atenas, el Gobierno griego y las instituciones acreedoras (FMI, Comisión Europea, BCE) alcanzaron un acuerdo sobre un tercer rescate al país y el paquete de acciones que Grecia deberá cumplir a cambio de recibir el primer desembolso,[9] que fueron aprobados tres días después en el Parlamento Helénico.[10] El 14 de agosto, en una reunión del Eurogrupo fue autorizado el tercer rescate de Grecia, lo que supone un nuevo programa de asistencia financiera de hasta 86 000 millones de euros y tres años de duración, para evitar la salida de Grecia de la eurozona.[11]
Las medidas de austeridad implementadas en Grecia contribuyeron a reducir el déficit primario antes del pago de intereses pero como efecto colateral también contribuyó al empeoramiento de la recesión griega.[12] Adicionalmente, para finales de 2014, a causa de la austeridad y la recesión en Grecia, su tasa de desempleo del 26 % era la más alta de toda la UE y el 51,2 % de los jóvenes entre 15 y 24 años estaban desempleados.[13][14] Además cerca de 2,5 millones de griegos vivían por debajo del umbral de la pobreza —situación que afectaba al 40 % de los niños griegos y al 45 % de los jubilados y pensionistas—.[15] Y es que las consecuencias sociales de la crisis —sin contar el debilitamiento democrático institucional y el aumento de la emigración económica— se tradujeron en un deterioro generalizado de los niveles de salud (empeoramiento de la atención sanitaria y aumento de los problemas psicosociales) y un incremento de los niveles de violencia y delincuencia.[16]