Los animales y los humanos pueden ser enterrados vivos intencionadamente (como una forma de tortura, asesinato o ejecución), voluntariamente (como un truco, con la intención de escapar), accidentalmente (por ejemplo, bajo escombros debido a un desastre o al derrumbamiento de un edificio o una cueva), o de manera no intencional (en la creencia equivocada de que la persona viva está muerta).