En la antigua Roma, recibía el nombre de fiscus el tesoro personal del emperador, recaudado mediante el cobro de impuestos en las provincias imperiales. Fue instaurado durante la administración del Principado en el Imperio romano.
El fiscus, término latino de donde proceden las palabras fisco y fiscalidad, designa en origen la cesta de junco o de mimbre que recogía el dinero pagado por los contribuyentes para ser entregado a la caja central de Roma o a la caja provincial, y luego por extensión a la caja imperial.[1]