La fisiocracia (en francés: physiocratie; del griego «gobierno de la naturaleza») fue una escuela de pensamiento económico y una teoría económica desarrollada por un grupo de economistas franceses de la Ilustración del siglo XVIII quienes creían que la riqueza de las naciones se derivaba solamente de la «agricultura de tierras» o el «desarrollo de tierras» y que los productos agrícolas deberían tener precios altos. El movimiento se caracterizaba principalmente por la creencia en que la política gubernamental no debía interferir con la operación de las leyes económicas naturales y que la tierra es la fuente de toda riqueza.[1]Las teorías fisiocráticas se originaron en Francia y llegaron a su máxima popularidad durante la segunda mitad del siglo XVIII. La fisiocracia se convirtió en una de las primeras teorías sobre economía bien desarrolladas.[2]
Fue fundada en Francia por el economista François Quesnay (1694-1774), médico de la corte de Madame de Pompadour y posteriormente de Luis XV. Otras figuras de importancia fueron el marqués de Mirabeau (1715-1789) y Anne Robert Jacques Turgot (1727-1781). Afirmaba la existencia de una ley natural por la cual el buen funcionamiento del sistema económico estaría asegurado sin la intervención del Estado. Su doctrina queda resumida en la expresión laissez faire. El movimiento precedió a la primera escuela moderna, la economía clásica, que tuvo inicio con la publicación de La riqueza de las naciones de Adam Smith, en 1776.
El origen del término fisiocracia proviene del griego y quiere decir «gobierno de la naturaleza» o «imperio de la naturaleza», al considerar los fisiócratas que las leyes humanas debían estar en armonía con las leyes de la naturaleza. Esto está relacionado con la idea de que solo en las actividades agrícolas la naturaleza posibilita que el producto obtenido sea mayor que los insumos utilizados en la producción surgiendo así un excedente económico. Los fisiócratas imaginaban una sociedad en las que las leyes naturales económicas y morales tendrían pleno juego y en la que el derecho positivo estaría en armonía con el derecho natural. También imaginaban una sociedad predominantemente agrícola y, por tanto, atacaron el mercantilismo no sólo por su masa de regulaciones económicas, sino también por su énfasis en las manufacturas y el comercio exterior.[1] Así, los fisiócratas calificaban de estériles las actividades como la manufactura o el comercio donde la incautación sería insuficiente para reponer los insumos utilizados.