Desde 1814 en adelante, la República Argentina se había visto sacudida por una serie de guerras civiles, que enfrentaron al Partido Federal con el centralismo, generalmente identificado con los gobiernos porteños. Esta situación privó al país de un gobierno central – en forma casi permanente – desde 1820 en adelante.
Desde 1831, el sistema de organización estatal estaba determinado por la llamada Confederación Argentina, una laxa unión de estados provinciales, unidos por algunos pactos y tratados entre ellos. Desde 1835, el dominio real del país estuvo en manos del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, munido además de la «suma del poder público»; es decir, una dictadura casi absoluta, en que la legislatura porteña jugaba un papel moderador muy poco visible.
En 1839, y en mayor medida a partir de 1840, una cruel guerra civil sacudió todo el país, afectando a todas y cada una de las provincias – algo que no había ocurrido en tal medida hasta ese momento – y costando miles de víctimas. Rosas logró vencer a sus enemigos, asegurando su predominio aún más acentuado que antes. Una campaña en el interior del «Chacho» Peñaloza y una larga rebelión de la provincia de Corrientes logró afectar a las provincias de Santa Fe y Entre Ríos, pero también fueron derrotados en 1847. Desde entonces, la Confederación gozó de una relativa paz.