El mensajero o correo era la persona que tenía el oficio de llevar la correspondencia epistolar, "a pie" o "a caballo", utilizando (o no) las postas situadas en los caminos (separadas una de otra entre dos y tres leguas (británicas, es decir, entre 10 y 15 km), para facilitar que los mensajeros u otros viajeros tuvieran caballos de refresco, para ir con toda diligencia de un lugar a otro, incluso entre países diferentes).
Hoy en día se entiende por estafeta (que antes era el mensajero) la casa o lugar donde se reciben y dan las cartas, y por posta la casa o lugar donde están las postas.
Los mensajeros tenían como misión hacer pasar de unos puntos a otros los pliegos y cartas del gobierno y los particulares a cambio de cierto precio correspondiente con las distancias y al cuidado que exigía tan importante servicio.[cita requerida]
El correo no solo era un empleado del gobierno, sino que estaba sujeto a temas de jurisdicción civil y criminal en sus propios tribunales especializados, es decir, en las provincias por medio de subdelegados que conocían en primera instancia las causas relativas al ramo y los empleados del mismo, y en la corte, por medio de una junta suprema que entendía en grado de apelación de las causas que se le llevaban de las subdelegaciones.[cita requerida]
A los correos o mensajeros (así como los conductores y postillones) que iban de oficio, se les permitía llevar cualquier tipo de arma prohibida y no podían ser detenidos por las justicias por motivo de deuda, ni siquiera de cualquier delito, a no ser que este fuera digno de pena corporal.[cita requerida]
En caso de detención, si no había en el pueblo ningún administrador de posta que realizara los nombramientos, la justicia nombraba sin dilación otro correo que sirviera en lugar del detenido, e instruir en el plazo de veinticuatro horas las primeras diligencias que remitían al reo al juez competente. Podían ser detenidos, pero tenía que ser en casos de sospecha fundamentada.[cita requerida]
El hecho de que el mensajero sea reconocido fácilmente sirve para legitimar los privilegios que tenían (en los caminos, transporte, apoyo). Por ello estaban dotados de determinadas insignias. El heraldo (mensajero) llevaba una determinada vestimenta y un bastón de herrero. En Alemania, los mensajeros de Werl llevaban una insignia con el escudo de la ciudad en el pecho. [1] Más tarde, los carteros y los mensajeros aparecen uniformados, reconocibles acústicamente por una señal de bocina. La fiabilidad del mensajero es un requisito previo para su idoneidad.