El verano boreal de 2003 se caracterizó por una ola de calor en Europa, cuya duración e intensidad superaron los valores alcanzados en otras olas sucedidas en los siglos XIX y XX.
Las consecuencias fueron dramáticas en los ecosistemas, en la población y las infraestructuras, y en algunos países, como es el caso de Francia, tuvieron lugar importantes crisis políticas relacionadas con la respuesta a los daños ocasionados por las altísimas temperaturas.