La pesca con explosivos o pesca con dinamita es una práctica pesquera consistente en hacer detonar explosivos para aturdir o matar cardúmenes de peces para facilitar su captura. Este tipo de pesca, a menudo considerada ilegal, puede ser extremadamente destructiva para el ecosistema marino, toda vez que las explosiones suele destruir el hábitat subyacente (como por ejemplo, los arrecifes de coral).[1] La frecuentemente improvisada naturaleza de los explosivos usados los hace peligrosos también para los propios pescadores, quienes están expuestos a accidentes, mutilaciones o incluso la muerte por artefactos defectuosos o el mal cálculo de la detonación.
Aun estando prohibida, esta práctica se mantiene extendida por el Sudeste asiático, así como en el mar Egeo y la costa de África. En Filipinas, donde la pesca con explosivos ha sido bien documentada,[2] este tipo de pesca data incluso de antes de la Primera Guerra Mundial ya que esta actividad es mencionada por Ernst Jünger en su libro Tempestades de Acero.[3] Un informe de 1999 estima que cerca de 70.000 pescadores (el 12% del total de pescadores filipinos) llevan a cabo esta actividad.[4]
Litorales extensos y difíciles de patrullar, la atracción del lucro, facilidad de las capturas, y en algunos casos la apatía absoluta o corrupción por parte de las autoridades locales, hacen que el cumplimiento de las prohibiciones de pesca con explosivos sea un desafío permanente para las autoridades.[5]
La dinamita comercial o, más comúnmente, bombas de fabricación casera construidas usando una botella de vidrio con trazas de nitrato de potasio en polvo y guijarros, o mezcla de nitrato de amonio con queroseno son usualmente empleados.[1]
Las ondas de choque submarinas causadas por la explosión producen la ruptura de la vejiga natatoria de los peces, aturdiéndolos. Un pequeño número de peces flotan a la superficie, pero la mayoría se hunde hacia el lecho marino. Las explosiones matan indiscriminadamente un gran número de peces y otros organismos marinos próximos, y puede dañar gravemente e incluso destruir el ambiente físico.[6][7] En promedio, una bomba de 1 kilogramo (35 onzas), del tamaño de una botella de cerveza, puede dejar un cráter de aproximadamente 1 a 2 metros de diámetro, matando del 50 al 80 por ciento del coral en esa área.[8]