La pureza (del latín puritia, derivado de purus, "puro") como concepto moral, indica la cualidad interior de estar libre de culpa o pecado.[1]
La pureza suele definirse como contrapuesto a algo, impureza, contaminación, suciedad, tanto física como espiritualmente. Refiriéndose con este concepto a aspectos morales de la mente o el espíritu como contraposición al pecado, maldad o desviación moral.
La utopía, muchas veces está ensoñada con la búsqueda de una supuesta pureza original, tanto de los seres humanos como de sus culturas, pueblos y antepasados, más o menos lejanos. Aldous Huxley, en Un mundo feliz, llega hasta el sueño de la pureza infantil, concediendo a la madre una pureza virginal. Con la utopía se marca el advenimiento de la mujer idealizada, a la vez virgen y madre.[2]
Los conceptos de pureza e impureza, muestran importantes marcadores sociales, reglas y motivaciones que determinan, por ejemplo, con reglas variables según el contexto, con quién se puede comer, qué comer (tabú alimentario) o con quién casarse (castas), por lo que contribuyen notablemente al orden moral. La pureza se asocia frecuentemente a las ideas religiosas, mezcladas con lugares y estados sacros que necesitan una demarcación y protección donde fluyen la pureza y poder espiritual.[3]