Un secutor era un tipo de gladiador de la Antigua Roma. Se cree que surgió alrededor del 50 d. C.; el secutor (perseguidor) estaba equipado de manera similar al mirmilón y, al igual que este, se protegía con un pesado escudo rectangular. Portaba un gladio (espada corta) o un pugio (daga corta). El pesado secutor estaba especialmente entrenado para luchar contra el ligero reciario, escasamente protegido y armado con red lastrada y tridente.
Su armamento lo convertía en una fortaleza y consistía en:
El equipo se completaba con subligaculum (taparrabos), balteo (cinturón ancho de cuero), manica (protector de cuero y metal) en el brazo derecho, ocrea (una greba pequeña) en la pierna izquierda.[1] El casco del secutor, muy característico, era totalmente cerrado con solo dos agujeros redondos para los ojos, para evitar que el tridente del reciario le atravesara la cara, y su parte superior carecía de adornos para evitar enganches con la red. Debido al peso y la falta de espacio en el casco, el secutor tenía que ganar rápidamente para no caer exhausto o desmayado debido a la constricción respiratoria y el pesado armamento.
El secutor estaba especialmente entrenado para enfrentarse contra el reciario (un tipo de gladiador armado con un tridente y una red) ya que su armamento tenía pocos lugares donde pudiera engancharse la red. Pero el mayor problema de un secutor era que todo el armamento pesaba entre 15 y 18 kg, lo cual provocaba que el secutor se cansara rápidamente. Los otros gladiadores a la larga descubrieron que la mejor forma de enfrentarse a un secutor era mantenerlo en movimiento hasta agotarlo.
La lucha dramatizaba un encuentro entre el pescador (reciario) y el pez (secutor). Isidoro de Sevilla notó una asociación entre el reciario con Neptuno, el dios del agua, y el secutor con Vulcano, el dios del fuego. Razona que esto es porque el fuego es un perseguidor, y el fuego y el agua siempre están en desacuerdo.[2][3]