Las actitudes y comportamientos sexuales en la Antigua Roma se conocen por medio del arte, la literatura e inscripciones, y en menor medida por restos arqueológicos tales como artefactos eróticos o arquitectura. A veces se ha dado por sentado que la «licencia sexual ilimitada» era característica de la antigua Roma.[1] Verstraete y Provençal opinan que tal perspectiva no es más que una interpretación cristiana: «La sexualidad de los romanos nunca ha tenido buena prensa en Occidente desde el surgimiento del cristianismo. En el imaginario y la cultura populares, es sinónimo de libertinaje y abuso sexual».[2]
La sexualidad no estaba excluida como preocupación del mos maiorum, las normas sociales tradicionales que afectaban a la vida pública, privada y militar. El pudor (palabra de origen latino) era un factor regulador del comportamiento,[3] al igual que las restricciones legales sobre ciertas transgresiones sexuales tanto en la época republicana como en la imperial. Los censores—funcionarios públicos que determinaban el rango social de los individuos—tenían el poder de expulsar a los ciudadanos del orden senatorial o ecuestre por motivos de mala conducta sexual, y en ocasiones así lo hicieron.[4] El teórico de la sexualidad de mediados del siglo XX Michel Foucault consideraba que el sexo en el mundo grecorromano se regía por la moderación y el arte de gestionar el placer sexual.[5]
La sociedad romana era patriarcal (véase Pater familias), y la masculinidad se basaba en la capacidad de gobernarse a sí mismo y a otros de estatus inferior, no sólo en la guerra y la política, sino también en las relaciones sexuales.[6] La Virtus, «virtud», era un ideal masculino activo de autodisciplina, relacionado con la palabra latina para «hombre», vir (de donde proviene la palabra «viril»). El ideal correspondiente para una mujer era pudicitia, a menudo traducido como «castidad» o «modestia», pero una cualidad personal más positiva e incluso competitiva que mostraba tanto el atractivo de la mujer como su autocontrol.[3] Las mujeres romanas de las clases altas debían ser cultas, de carácter fuerte y activas en el mantenimiento de la posición de su familia en la sociedad.[6] Salvo contadísimas excepciones, la literatura latina conserva solo las opiniones de los hombres romanos cultos sobre la sexualidad. Las artes visuales eran, en cambio, creadas por personas de un estatus social más bajo y de una mayor variedad étnica, si bien se adaptaban al gusto y las inclinaciones de aquellos lo suficientemente ricos como para patrocinarlo, incluyendo, en la época imperial, a antiguos esclavos.[7]
Algunas actitudes y comportamientos sexuales de la cultura de la Antigua Roma difieren notablemente de los de las sociedades occidentales posteriores.[3] La religión romana promovía la sexualidad como un aspecto de prosperidad para el Estado, y los individuos podían recurrir a la práctica religiosa privada o a la «magia» para mejorar su vida erótica o su salud reproductiva. La prostitución era legal, pública y generalizada.[8] Pinturas «pornográficas» formaban parte de las colecciones de arte de respetables hogares de clase alta.[9] Se consideraba natural y normal que los hombres se sintieran atraídos sexualmente por jóvenes adolescentes de ambos sexos, y la pederastia estaba permitida siempre que el joven no fuera un romano nacido libre. Las categorías modernas de «heterosexual» u «homosexual» no formaban la dicotomía principal del pensamiento romano sobre la sexualidad,[10] y no existen palabras latinas para estos conceptos.[11] No se censuraba moralmente al hombre que disfrutaba de actos sexuales con mujeres o varones de estatus inferior, siempre que su comportamiento no revelara debilidades o excesos, ni infringiera los derechos y prerrogativas de sus pares masculinos. Si bien se denunciaba el afeminamiento percibido, especialmente en la retórica política, el sexo con moderación con prostitutas o esclavos varones no se consideraba impropio ni que viciara la masculinidad, si el ciudadano varón asumía el papel activo y no el receptivo. La hipersexualidad, sin embargo, era condenada moral y médicamente tanto en hombres como en mujeres. Las mujeres estaban sometidas a un código moral más estricto,[12] y las relaciones homosexuales entre mujeres no están bien documentadas, pero la sexualidad de las mujeres es a veces celebrada y a veces vilipendiada a lo largo de la literatura latina. En general, los romanos tenían unos límites de género más fluidos que los antiguos griegos.[13]
Un paradigma de finales del siglo XX analizó la sexualidad romana en términos de un modelo binario «penetrador-penetrado/a», pero este modelo tiene limitaciones, especialmente en lo que respecta a las expresiones de la sexualidad entre romanos individuales.[3] Incluso se ha discutido la relevancia de la palabra «sexualidad» en la cultura romana antigua, pero a falta de otra etiqueta para «la interpretación cultural de la experiencia erótica», el término sigue utilizándose.[1]