XXXI
7 de febrero
... Fácilmente comprenderás que un asunto de tal naturaleza, formado de misterio y escándalo, ha de excitar vivamente la chismografía de la raza más chismográfica del mundo; raza dotada de fecundidad prodigiosa para poner variantes á los hechos y adornarlos hasta que no los conoce la madre que los parió; raza especialmente artista y plasmadora, que crea casos y caracteres, formando una realidad verosímil dentro y encima de la realidad auténtica. Ante un suceso de gran resonancia, todo español se cree humillado si no da sobre él su opinión firme, tanto mejor cuanto más distinta de las demás. Oí, como puedes figurarte, explicaciones razonables; otras novelescas, aunque dotadas de esa verosimilitud propia de las obras de imaginación escritas con talento; algunas estrafalarias, pertenecientes al género de entregas, de esas que, llenas de chafarrinones, se te meten por debajo de la puerta. Todo lo oí con paciencia y atención, pues hasta los mayores desatinos deben, en casos tales, oirse y sopesarse para obtener la verdad. Personas encontré que se cebaban en el asunto con brutal fiereza, ávidas de hincar el diente en reputaciones hasta entonces intactas; otras que se inclinaban á lo más atroz, arriesgado y pesimista, y algunas que, gustando de tomar el simpático papel de la sensatez entre tanto delirio, proponían las versiones más anodinas y triviales; pero en honor de la verdad, debo decirte que éstas hacían pocos prosélitos. La multitud se iba tras los que arbolaban estandartes rojos y llamativos, con algún lema muy escandaloso; tras los que anunciaban sus tesis con tambor y cornetín como si exhibieran un fenómeno en las barracas de una feria. De todo esto, querido Equis, he de darte cuenta detallada, cuando yo esté más sereno, y tú menos harto de mí.