El vandalismo se refiere a la destrucción voluntaria, total o parcial, de la propiedad pública o privada.[2][3] Incluye conceptos como el daño al patrimonio, el grafiti o actos provocación o de activismo, como el momo culture jamming o distintos tipos de acciones en internet, como el billboard hacking o el defacement (desfiguración) de sitios web. El vandalismo también puede considerarse una forma de protesta social, aunque sea un delito y no se justifique.[4] Como señalan los proponentes de la teoría de las ventanas rotas, James Q. Wilson y George L. Kelling, «Tan pronto como las barreras de la comunidad se relajen mediante acciones que señalen que a nadie le importa, puede presentarse vandalismo».[5]
El término «vandalismo» fue inventado por el abate Gregoire en 1794 para aplicarlo a los revolucionarios que destruían los monumentos del ancien regime como habían hecho los vándalos en el siglo V.«Con posterioridad, la palabra mutó y acabó aludiendo simplemente a la destrucción por la destrucción, a la barbarie, al salvajismo y a la sinrazón más pura, amén del gamberrismo más dañino contra todo tipo de bienes», ha señalado David Álvarez Jiménez. Este historiador español propone recuperar el sentido originario que le dio el presbítero francés y llamar al vandalismo «damnatismo».[6]
Aunque solapa en algunos de sus conceptos con los de la iconoclasia, a diferencia de esta, también un acto destructivo público, el vandalismo tiende más a ser aleatorio o sin sentido y parece que, al menos en algunos casos, los vándalos disfruten de alguna manera del acto vandálico, ya sea porque es una muestra de su capacidad de dañar y destruir o incluso por constatar la reacción que sus actos producen en los demás.[7]
Según la teoría de la inversión del psicólogo británico M. J. Apter (1981), «... se deduce que uno de los motivos más probables... en acciones de vandalismo... huir del aburrimiento y llegar de ese modo al estado metamotivacional en el que el arousal sentido concuerde con el deseado, el cual, cuando consideramos el estado paratélico, es un arousal elevado».[8]
En un caso notorio de vandalismo, fueron dañadas o destruidas 44 de las 177 esculturas expuestas en la Exposición de Escultura de Suiza de 1980.[4]
Por otra parte, en un estudio clásico, realizado en 1960 por el psicólogo Philip Zimbardo, se colocaron coches idénticos, sin placas de matrícula y con los capós abiertos, en dos zonas residenciales, el Bronx de Nueva York, conocido por ser, por aquel entonces, uno de los distritos metropolitanos más pobres de los Estados Unidos, y Palo Alto, California, esta última, una de las ciudades más afluentes del país y la ciudad con mayor número de ciudadanos con altos niveles de estudios.[9] El coche abandonado en el Bronx fue vandalizado a los diez minutos de ser dejado allí y destrozado por completo durante los días siguientes. Mientras tanto, nadie tocó el coche de Palo Alto durante una semana. Al cabo de este tiempo, el propio Zimbardo golpeó el segundo coche con una mazo, y poco después, otras personas se unieron al destrozo, llegando a destruirlo por completo en pocas horas. En ambos casos, los «vándalos» eran blancos y, aparentemente, por su aspecto, ciudadanos respetables.[5]
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